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Ya hace un año platique de mi experiencia con COVID-19, esa experiencia de como viví la enfermedad en mi cuerpo, pero, no sabía en ese entonces lo que viviría después, por la COVID-19.

Eran finales de julio cuando llegaron las malas noticias a la familia materna, todos viven en Guanajuato México, un tío (hermano de mi mamá) estaba enfermo de COVID-19, la enfermedad avanzó rápido y se llevó… El 31 de julio mi tío falleció, fue duro leer el mensaje en el grupo familiar, para ello, una tía (hermana de mi mamá) también estaba internada por COVID-19, y sólo habían pasado dos días cuando llega otro mensaje desgarrador, mi tía, había partido, sí, ella había fallecido; y quien lo diría que siete días más, otra vez nos pegaría otro golpe la vida, mi madre se reuniría con mis tíos.

El día 1 de agosto mi hermana me avisó que mi mamá estaba triste y no se quería levantar de su cama, pensamos que era por la muerte de mi tío, hable por teléfono con ella y platicamos como siempre lo hacíamos, aunque si se notaba bajoneada.

El 1 de agosto me habla mi hermana, diciéndome que mi madre se encontraba mala, que fuera a verla, me alisté y como tenía que viajar, me dediqué a acomodar las cosas para irme, en la madrugada del 2 de agosto nos avisan de mi tía, muy temprano tomé el bus rumbo a la ciudad donde vive mi madre y llegué a casa ese domingo.

Los síntomas eran y apuntaban a COVID-19, le faltaba el aire, su oxigenación estaba bajando… Me apresuré a buscar un tanque de oxigeno, pero nada, nadie tenía, nadie sabía, ese maldito domingo donde en mi pueblo todo está cerrado y no abren hasta medio día, era una impotencia no poder hacer nada, los que venden oxigeno no contestaban el teléfono, no abrían y no me quedó más remedio que ir hasta Fresnillo Zacatecas.

Llegamos a Fresnillo y ningún hospital nos querían recibir, el otro hospital que si recibían enfermos por COVID-19 estaba en la ciudad de Zacatecas, pero mi mamá me dijo “ya, llévame a donde sea, pero no llego a Zacatecas”, nos fuimos al Hospital General de Fresnillo, la recibieron y la pasaron al módulo COVID.

Un rato después salen los doctores y nos dicen que con el oxigeno ya estaba mejor y estable, pero no la podían mantener allí, dado que ella tiene IMSS, tenemos que llevarla al IMSS, y pues si, así lo hicimos.

Llegamos al IMSS y la pasaron en ese momento, allí la abracé y le dije que allí estaría esperándola, la enfermera la tomó y vi como se alejaba lentamente en se pasillo, quien diría que sería la última vez que sentí sus manos, la última vez que la tendría abrazada y le diría una palabra.

Así, pasaban los días, dándome los doctores y enfermeras como iba evolucionando, no estaba intubada porque aún no lo requería, pero al cuarto día, me comunicaron en la madrugada, que la habían intubado y ella les había dado su autorización.

Siguieron pasando los días y ya me decían que la tenían boca abajo para ayudar mejor y así…

Mientras mi mamá estaba en el hospital, mi padre también comenzó a ponerse mal, era obvio que tendría COVID-19, llamamos al doctor y lo estuvo revisando y le dio medicamento y lo trató en casa, le conseguimos oxigeno y con eso estaba mejor y calmado.

Llegó el día 9 de agosto, mientras dormía sentí un dolor en el pecho y me desperté con desesperación, eran cerca de las 5:00 AM, y suena el teléfono, y me nos dan la noticia que nadie espera, la peor noticia de mi vida, mi madre había fallecido, mi corazón tronó, se apagó, se murió junto con ella… No hay palabras para expresar ese sentimiento, creo que todos los que hemos perdido a nuestra madre o padre, sabemos que no existe una palabra para definirlo.

Me levanté y fui a la funeraria a arregalar todo y de allí, me fui a Fresnillo a arreglar todos los papeles que también fue un martirio, aparte de cargar con el dolor en mi corazón, tenía que soportar los trámites gubernamentales.

Al fin terminé los trámites y todo, y en la funeraria nos confirmaron que recogerían el cuerpo en el Hospital del IMSS y llevarían las cenizas a la funeraria de Río Grande.

Y así fue, llegué a la funeraria y allí estaba, allí estaba la urna donde estaba mi madre, o al menos eso tenía que creer, porque siempre me queda la duda, ¿será ella? ¿La funeraria habrá hecho su trabajo? Pero no queda nada más, más que confiar, seguir y honrar la memoria de mi madre.

Mi padre después se complicó más, y el día 11 por la noche lo llevamos al hospital, su saturación estaba por debajo de los 50, traía presión alta y la glucosa por arriba de los 200, mi papá estaba ya delirando y los médicos decidieron intubarlo en ese momento, ahora mi padre iba muy grave y estaba a un paso de morir.

Por la mañana lograron controlar la saturación, presión y diabetes, un paso bueno, pero seguía muy grave, y me lo dijo el doctor “en cualquier momento tu papá puede fallecer, así que es mejor que estés preparado”.

Pasaron los días y mi papá seguía, grave… Hasta que un día me avisan que lo trasladaron a la zona de recuperación COVID, porque ya presentaba una mejora y es posible que al siguiente día lo darían de alta.

Y así fue, lo llevamos a casa… Después de días pesados, noticias tristes y un vaivén de sentimientos, estaba en casa para continuar su recuperación.

En medio de la tristeza que nos embargaba, llegó un rayo de luz, ahora mi papá esta sano y con ánimos, pero el dolor en nuestro corazón por la perdida de mi mamá, nunca desaparecerá.

¿La extraño? A cada segundo de mi vida, extraño sus llamadas para ver como estoy, extraño sus regaños, extraño su comida cuando estoy en Zacatecas, extraño su voz, pero como creyente, sé que la volveré a ver.

A la memoria de mi madre.
Gloria Cervantes Rocha.



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